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Una tarde por el barrio de La Boca

Sábado por la tarde en las calles de La Boca. Las temperaturas siguen siendo altas para esta época del año. La gente tiene sus abrigos en los brazos y se pueden ver personas de remera corta, como si fuera primavera. Se podría decir que es un barrio tranquilo, pero con mucha vida, más que nada en las calles principales como Caminito.

La gente deja sus autos en las calles paralelas y caminan hacía la muchedumbre. Se ven muchas familias con niños jugando en el puerto a las escondidas, parejas caminando de la mano por las famosas calles de piedra, y amigos tomando café en los bares mientras observan como otras personas bailan tango.

Mientras que camino por la calle principal del centro de La Boca me voy metiendo en lo que eran los conventillos de antes. Llenos de colores saturados, colores que nunca combinarían juntos pero que no quedan mal a la vista. Se puede decir que son colores que ves y relacionas enseguida con ese lugar. Hay flores en los balcones, de todos los tipos, dentro de macetas pintadas por niños. Ropa mojada colgada de una soga que va de un balcón al otro. En el primer conventillo que entré, una escalera daba a un pasillo con negocios en los que vendían manualidades y accesorios de fútbol. También, fotos de Maradona colgadas en las paredes.

Sigo caminando y me encuentro con un pasillo que me lleva a una casita azul y roja. Allí se encuentra un nene de alrededor de tres años de edad, que le da de comer a un gato. Lo abraza y le hace caricias. No se veía a los padres del nene, por lo que supuse que serían dueños de algún negocio de por allí. En un rincón de ese pasillo vi que había un pequeño jardín con flores y enredaderas. De la pared colgaban jaulas blancas para pájaros, pero no se veía ni escuchaba a ninguno. En el centro se encontraba un banco de madera sin pintar y bastante deteriorado. Por último había un cartel enorme amarillo que decía “Patio Quinquela”.

Quinquela Martín era un pintor muy reconocido del barrio ya que era famoso por pintar el puerto y las situaciones diarias que ocurrían allí. En La Boca se encuentra la escuela de Quinquela y el museo. La entrada al museo es gratuita. La cola era pequeña. En menos de cinco minutos ya estaba adentro. Para ingresar te piden que te pongas un cartel en el pecho con tu nombre. Los primeros pisos del museo están llenos de cuadros, no todos eran del mismo pintor. La gente está callada observando las pinturas. Algunos se quedan un rato mirándolas. Del lado derecho había ventanales con sillas para poder ver al puerto desde ahí. En los pisos superiores del edificio se encuentra lo que era la casa de Quinquela. Podes visitar el comedor, baño, cuarto, cocina y hasta subir a la terraza a la cual ingresas por escaleras en forma de corazón. Una vez que llegas ahí se puede observar todo el barrio, los conventillos, el puerto y la famosa cancha de Boca.

Al salir del museo me dirigí de vuelta a la calle principal en busca de algún lugar para tomar algo. Bajo el reconocido cartel de Caminito se encuentra un Havanna. Mucha gente se sitúa en su puerta para sacarse una foto con el cartel, pero pocas personas se meten a comprar. Opté por seguir y buscar algún barcito más característico del lugar. Me senté en una mesa de a dos, me pedí un café con dos medialunas de manteca, unas de las mejores que comí, mientras que miraba como una pareja bailaba tango. Me crucé durante toda la tarde a varias parejas de tango pero esta era la primera que me paraba a mirar. Bailaron varios temas hasta que se hicieron las seis y se retiraron.

Seis y cuarto de la tarde el sol ya estaba cayendo, y se empezaba a ver otro lado del barrio. Igual que vivo que durante el día, pero distinto. Se empiezan a prender las luces de las calles y los bares. La gente empieza a desaparecer de a poco. Y se renuevan las parejas que bailan. Ya era hora de volverme. Me dirigí hacía el puerto para dar una última caminata por allí observando los barcos. Cada vez se veían menos y desaparecían en la oscuridad. Solo se distinguían lucecitas que se reflejaban en el agua. Comienza a hacer frío, me pongo una campera. Observo que las personas a mi alrededor hicieron lo mismo. Le doy una última mirada al centro iluminado y me retiro.

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